La Plaza de la Encarnación;
también muy comúnmente conocida como la plaza de las "setas", transpira vida por todos sus poros.
En ella, confluyen cada día cientos de transeúntes procedentes de las distintas calles con las que comunica, convirtiendo la plaza en un espacio de transito o de estancia, lo que permite la agrupación de diversas formas de habitar el espacio, la calle, la plaza.
Por un lado, se aprecia la calle para comerciar, para publicitar, para anunciarse, la calle como escaparate.
Por otro, el espacio para descansar, para relajarse, para pasear, para relacionarse, para observar, para reunirse, para compartir, para jugar, para reír, para fotografiar, para orientarse, para conocer.
Manon Deneef
Francisco Javier Romero Milla
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